EX ALUMNOS DETENIDOS DESAPARECIDOS
DEL COLEGIO NICOLÁS AVELLANEDA.
HISTORIAS
DE VIDA Y MILITANCIA
Cristian Caretti (14 /9/76)
Palabras de su hermana,
Teresa Caretti
“Cristian era muy curioso,
sensible y tenía capacidad de liderazgo. Leía mucho, escribía poemas, su
seudónimo era Ernesto Garner (Ernesto por el Che Guevara, Gar de García Lorca y
Ner de Neruda). Su compañera Cecilia estaba embarazada de dos meses. Deseaban
mucho tener ese hijo. Hoy Cristian tiene 34 años”
Palabras de su amigo
Roberto Baschetti:
“El "Gringo" Caretti
era un líder natural de los estudiantes secundarios, dueño de un carisma único.
Su niñez la disfrutó con sus cinco hermanos, en un viejo caserón de la calle
Ugarte en el barrio de Palermo, entre adoquines, barritas de pibes con hondas y
pelotas de goma, glicinas en flor y los primeros puchos y besos a escondidas.
La divisoria de aguas que el peronismo significó para la sociedad argentina en
su conjunto en la década del ’50, también llegó a su familia. Su padre un
excelente profesional médico colaborador del sanitarista Ramón Carrillo, fue
echado de su trabajo por venganza en 1955. Su madre, que provenía de una
familia de alcurnia, no vio con malos ojos el derrocamiento de Perón. El
"Gringo" buscó su propio camino. Desde el Colegio Nicolás Avellaneda
fue uno de los fundadores de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Esta
organización fue el fruto de la proliferación de nucleamientos juveniles ligados
a la militancia de la Juventud Peronista y de la consigna "Luche y
Vuelve", que de modo superactivo y determinante, volcó en forma temporaria
la lucha para el lado del pueblo a partir de 1972. Precisamente para el año
siguiente, se decide luego de varios encuentros previos, darle forma y
contenido a una estructura nacional que defina las propuestas a implementar en
el frente estudiantil secundario. El acto fundacional de la UES fue el 20 de
abril de 1973, en un atiborrado salón de actos del Sindicato del Calzado. A
partir de ahí como una ola gigante, como un tsunami incontenible, la propuesta
llegó hasta el último ámbito estudiantil de la Patria. El "Gringo"
Caretti por valentía personal, convicción ideológica y decisión militante irá
ascendiendo en la estructura partidaria y en la consideración de sus
compañeros, hasta ser un referente nacional. […] Rememoró, su compañero en
Montoneros, Jorge "Yuyo" Rubino: "Valiente hasta el exceso,
solidario, crítico original; con pensamiento propio que lo llevaba a
cuestionarlo todo permanentemente. También un tipo sensible, capaz de escribir
una poesía a un amigo dolido, un rato antes de salir él mismo, a jugarse la
vida. […] Querido "Gringo". Estoy seguro que algún compañerito nuevo,
de esos que se suman a diario con tantas energías a nuestra larga lucha por la
liberación nacional, al leer estas líneas, querrá saber más sobre tu vida y tu
compromiso y no me extrañaría que pusiera tu nombre a alguna agrupación que se
constituya. […]
José Rubén
Slavkin (10/9/77)
José Slavkin militó en Montoneros. Tenía 27 años cuando fue
secuestrado en Lanús el 10 de septiembre
de 1977. Era técnico electricista. Fue visto en varios Centros Clandestinos de
Detención (Sheraton, Puesto Vasco, que era el nombre que se le daba a la
Sub-comisaría de Don Bosco, Pozo de Quilmes, El Banco y Olimpo). José pasó por
tantos CCC porque utilizaban su saber técnico para realizar reparaciones.
Mientras lo buscaban, la madre y la hermana, ambas modistas, fueron
secuestradas en su propio domicilio.
Entrevista realizada por Iara Duarte y Manuel Katz
alumnos del Colegio Nicolás Avellaneda (sept 2009) a Rafael Veigas compañero de José entre 1963-1967(extracto):
P: -¿Qué fue lo que le llamo la atención de Slavkin?
R: -Me llamó la atención un chico que parecía un viejo, más allá de ser jovencito, le decían "el abuelo".
P: -¿Cómo lo recuerda físicamente?
R: -Era pelado, anteojos culo de botella, se le veían enormes y usaba pantalón corto.
P: -¿Cómo era su relación con él?
R: -El cursaba 1º1ª y yo 1º2ª, nos hablábamos poco, porque casi no había horas libres, los profesores no faltaban, no nos cruzábamos mucho.
P: -¿Cómo lo veía a Slavkin?
R: -Era un chico muy circunspecto, muy tímido, encorvado como un viejito, caminaba así por las calles, recuerdo que le decían Flaflin.
P: -¿Por qué?
R: -Me parece que un compañero lo vio en la calle y no se acordaba el nombre y le gritó Flaflin, se dio vuelta y ahí quedó Flaflin.
P: -¿Cuándo estableció una relación con él?
R: -Yo tuve la suerte de conocerlo en 4to 7ma cuando me paso a la noche, tenía que trabajar, me senté al lado de él, una persona muy sensible…era muy inteligente, era muy tranquilo, pero cuando se ponía hablar de física o problemas que planteaba Feiman en su libro, ahí me di cuenta que no estaba a la altura de ellos […] era muy inteligente, cuando se soltaba le salía el investigador de adentro. Se armaban un club de física y se pasaban resolviendo problemas, lo hacían en las horas libres. […] Cuando recibí lo que me dijeron [que estaba desaparecido], me quería morir. […] Yo me preguntaba hasta hoy el porqué de sentirme tan angustiado, me lo preguntaba para encontrar una respuesta, y la respuesta que descubrí es muy simple:"LOS QUE SE QUIEREN NUNCA SE DESPIDEN PARA SIEMPRE"...
R: -Me llamó la atención un chico que parecía un viejo, más allá de ser jovencito, le decían "el abuelo".
P: -¿Cómo lo recuerda físicamente?
R: -Era pelado, anteojos culo de botella, se le veían enormes y usaba pantalón corto.
P: -¿Cómo era su relación con él?
R: -El cursaba 1º1ª y yo 1º2ª, nos hablábamos poco, porque casi no había horas libres, los profesores no faltaban, no nos cruzábamos mucho.
P: -¿Cómo lo veía a Slavkin?
R: -Era un chico muy circunspecto, muy tímido, encorvado como un viejito, caminaba así por las calles, recuerdo que le decían Flaflin.
P: -¿Por qué?
R: -Me parece que un compañero lo vio en la calle y no se acordaba el nombre y le gritó Flaflin, se dio vuelta y ahí quedó Flaflin.
P: -¿Cuándo estableció una relación con él?
R: -Yo tuve la suerte de conocerlo en 4to 7ma cuando me paso a la noche, tenía que trabajar, me senté al lado de él, una persona muy sensible…era muy inteligente, era muy tranquilo, pero cuando se ponía hablar de física o problemas que planteaba Feiman en su libro, ahí me di cuenta que no estaba a la altura de ellos […] era muy inteligente, cuando se soltaba le salía el investigador de adentro. Se armaban un club de física y se pasaban resolviendo problemas, lo hacían en las horas libres. […] Cuando recibí lo que me dijeron [que estaba desaparecido], me quería morir. […] Yo me preguntaba hasta hoy el porqué de sentirme tan angustiado, me lo preguntaba para encontrar una respuesta, y la respuesta que descubrí es muy simple:"LOS QUE SE QUIEREN NUNCA SE DESPIDEN PARA SIEMPRE"...
Rafael José
Beláustegui (30/5/77)
Militaba en el Partido Comunista Revolucionario (PCR).
Estaba casado con Electra Lareu. Tenía 23 años cuando fue secuestrado el 30 de
mayo de 1977. Fue visto en el Centro Clandestino de Detención “Club Atlético”
Extractos del libro José
(1984), de su madre Matilde Herrera,
Madre de Plaza de mayo:
“En el examen de ingreso al
colegio Nacional Nº4, Nicolás Avellaneda, los promedios más altos fueron los de
Diego Conti y José. Los dos con más de 9 puntos. José obtuvo unas décimas
menos que Diego. […] Durante ese período escolar, empezaron las reuniones políticas
en casa. José estaba ligado al PCR (Partido Comunista Revolucionario). Valeria
militaba en el MLN (Movimiento de Liberación Nacional, que lideraba Ismael
Viñas). Empezaron a pelearse como perro y gato. Yo no podía soportar que dos
adolescentes, que para mí finalmente tenían los mismos objetivos,
discutieran de manera tan violenta. Cuando empezaba el griterío nos escapábamos
con Martín a encerrarnos en algún lado. [...] Días después del 8 de
octubre de 1967, nos golpeó la primera jornada de luto que se vivió en nuestra
casa por una razón política. La muerte del Che afectó muchísimo a los
chicos. Se negaban a aceptarla.
[...] Yo era periodista desde dos
años atrás, en el semanario Primera Plana. Seguía con mi costumbre de hacer
conocer a los chicos mi lugar de trabajo. Muchas tardes aparecían por la
redacción. Una vez los convoqué junto con algunos de sus amigos para hacer una
nota. Estuvieron de acuerdo con el tema: "Argentina prohibida para
adolescentes". Pidieron que sus
declaraciones figuraran con pseudónimos. Valeria, José y un amigo me
acompañaron para producir la fotografía de tapa. "Los adultos están
empezando a gustar de Los Beatles. Yo creo que les viene bien, porque hasta
ahora eran demasiado aburridos", había dicho uno de los chicos entrevistados. En
otra parte de la nota figura una afirmación de José: "Nosotros
creemos que podemos transformar el mundo". [...]
“Esa mañana, José y sus
compañeros habían convocado a una huelga en el colegio, para protestar por el
asesinato de Cabral. Consiguieron una adhesión casi total. Los alumnos, en la
vereda, se resistieron un par de hora a entrar a clase. Fue la
primera huelga que sufrió en su historia el Colegio Nacional Avellaneda. [...]
Cuando los jóvenes se incorporaron a las aulas, y previa formación en el patio,
se izó la bandera. Subió lenta la celeste y blanca, al compás de la siempre
desafinada entonación de "Alta en el cielo...". Un murmullo
incontenible hizo levantar la vista a profesores y director. Junto con la
bandera, flameaba un trapo negro. Perdí para siempre una chalina que mi
madre me había traído de Europa, y que me había sido sustraída del ropero.
José y su padre fueron citados por el director del colegio:
-“Señor Beláustegui, no podemos
probar que fue su hijo quien organizó la huelga y ofendió la insignia patria.
Pero estoy seguro que es él. Si lo expulsamos, no puede entrar a ningún otro
nacional del país. Lo que quiero es no verlo más por acá. Le doy la oportunidad
de un pase a otro establecimiento.”
Inscribimos a José en el Colegio
Nacional Nº 7, Juan Martín de Pueyrredón.”
Testimonio de Hugo Kovensky (amigo y compañero del
colegio):
“Me tocó ir al Avellaneda.
Entré en el colegio en el '66. Al año siguiente, José ingresaba a primer año.
José vino al colegio y nosotros ya nos conocíamos. Por razones que no recuerdo,
habíamos dejado de vernos. Allí se renueva nuestro contacto. [...] Los del
turno de la mañana formamos un grupo que volvía desde Humboldt y Salvador, que
era donde quedaba el colegio, hasta Pacífico. Unas seis, siete cuadras. Era un
camino que hacíamos todos los días. Fue una especie de ritual. Ir caminando por
esas calles de adoquines [...] Estos hechos, ubicados en el tiempo,
corresponden a los años 67/68/69, o sea una época en la que pasaban muchas
cosas. Mezclado a todo esto, los ecos del Cordobazo. Era la época de las
reuniones interminables; eran las primeras manifestaciones, las primeras
consignas, que fueron para nosotros: "Bello, Cabral, los vamos a
vengar". [Se refiere a dos
estudiantes asesinados por la policía en manifestaciones, en el año 1969]
Las caminatas que se hacían desde
el Avellaneda hasta Pacífico terminaban siempre en el mismo bar. Ese
bar se llamaba "La Pradera". Caminábamos, nos sentábamos en el bar,
algunos tomaban una coca cola y otros un café. Nos reuníamos desde las 12 hasta
la 1, más o menos, Allí se mezclaba todo, era un poco la política y era un poco
la vida, era la adolescencia... Pero la política fue una dominante, ya en esa
época.
Otros encuentros para los cuales
el contacto con José fue fundamental, eran aquellos con los chicos que vivían
cerca del colegio y que eran sus amigos. Diego, principalmente, que vivía a una
cuadra del Avellaneda. [...]”
Jorge
Daniel Argente (17/07/76)
Militaba en la Juventud Peronista. Desapareció el 17 de
julio de 1976 en el barrio de Colegiales. Tenía 21 años. Fue visto en cautiverio en la
Superintendencia de Seguridad Federal
por Miguel Ángel Bianco, compañero del Colegio Nicolás Avellaneda, en el
turno noche. Sus restos fueron
encontrados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y se
confirmó que Daniel fue una de las víctimas de la llamada “masacre de Fátima”,
en la que 30 detenidos (10 mujeres y 20 varones) fueron asesinados a balazos y
luego dinamitados en la localidad bonaerense de Fátima, partido de Pilar.
Testimonio de su hermano Hugo. (Entrevista realizada
por Patricia Acha)
“El Negro era común y silvestre
como cualquier chico de 18 años. Quería terminar el secundario mientras se
dedicaba a la militancia. Abrazaba la idea de solidaridad e iba en pos de ese
objetivo. Pasar por el Avellaneda fue un hito mas, no hubo hechos
sobresalientes en su vida. No parecía que era ten terrible lo que hacía para
terminar así.
Cayó preso en el ´74 porque
estaba haciendo una pintada, estuvo detenido de agosto a diciembre en la
Comisaría 37 y después en Devoto.
Era un tipo comprometido en lo
que apuntaba. Cuando desapareció trabajaba de camillero en el CEMIC (Centro de
Educación Médica e Investigaciones Clínicas). Sus restos se recuperaron en el
2000. Fue uno de los fusilados en la masacre de Fátima.
No dio la vida, amábamos la vida.
Nos gustaba el football, él era de San Lorenzo y yo de Chacarita, hablábamos de
chicas, estábamos comprometidos en el tema de la solidaridad y la justicia
social. Nuestra familia era de clase media baja, y todos trabajamos en la
farmacia de la esquina como cadetes – éramos 4 hermanos-. Para nosotros todo tenía posibilidad de
cambio y fuimos por ello con la alegría más grande.”
Fragmento de un artículo escrito por Victoria Ginzberg en
Página 12 : http://www.pagina12.com.ar/2000/00-08/00-08-21/pag07.htm
“Daniel y Hugo, el hermano mayor.
En estos días Hugo rescata de su memoria los momentos en los que la vida
parecía otra. "Me acuerdo que usábamos zapatos acordonados y yo siempre
perdía los cordones y mi vieja me fajaba. Un día me senté en el umbral a llorar
y no quería entrar. Daniel me dijo: `Cordones Huguito, no choores`. Él tenía
cuatro años. Yo siete", cuenta y muestra la foto de la primera comunión de
su hermano. Entre los retratos de Daniel que están en la cómoda de su comedor
hay uno que tiene lentejuelas en las esquinas: es el que usa la hija de Hugo en
su traje murguera.”
José Daniel Tocco
(12/06/1977)
Era contador público. Estaba casado y militaba en la
Juventud Guevarista. Su apodo era “pepino”. Fue secuestrado en Capital
Federal el 12 de junio de 1977, a los 20
años. Fue visto en el Centro Clandestino “Club Atlético”.
Fragmentos del testimonio de Ester Basualdo, compañera de
José, preparado para una audiencia del juicio contra los centros clandestinos de
detención “Club Atlético”, “el Banco” y “el Olimpo” (Mega-causa A.B.O., marzo
de 2010):
“Daniel, fue un fiel
representante de la época en que le tocó crecer, y quizás otro pasaje decisorio
en su vida, fue salir de una escuela privada en Martínez e ingresar por propia
convicción en esta escuela que hoy lo abraza. En 1973, Daniel se inscribe para
terminar la secundaria y cursar el 4º año en el Nicolás Avellaneda. Es en este
espacio público en que comienza su militancia estudiantil, su militancia en la
juventud guevarista, donde participa de discusiones, asambleas, donde participa
de la toma de la escuela en busca de mayores y mejores condiciones de estudio,
recorre estos pasillos repartiendo volantes, haciendo pintadas, escabulléndose
de los preceptores para que no le colocaran faltas, organizando peñas en
solidaridad con los presos políticos, movilizaciones en contra del golpe de
Pinochet en Chile, leyendo a Marechal, a Martí, a Cortázar. Leía El cumpleaños de Juan de Benedetti, Veinte poemas de amor y una canción
desesperada, de Neruda. También leía a Ho Chi Minh [político vietnamita
revolucionario y antiimperialista] y [periódicos políticos de izquierda
como] El Combatiente, Juventud Rebelde, Estrella Roja. Le gustaba escuchar a Paco Ibáñez, a Los Olimareños,
a Quilapayun, Iba al cine a ver Los
amaneceres aquí son más apacibles [una película rusa de 1972 sobre la
resistencia de un grupo de mujeres frente al ejército nazi en la 2º guerra
mundial] o Estado de Sitio, [un film
franco-italiano también de 1972 sobre la guerrilla urbana en Uruguay y la
intervención de EEUU en América Latina]. Compartía charlas interminables,
carcajadas irreverentes en algún bar, en los círculos de la juventud, descubriendo el amor, compartiendo las
incertezas y los silencios. Caminar y caminar por las calles y entre la gente.
1974 y 1975 son los dos años que Daniel es estudiante de la Escuela Nacional
Nicolás Avellaneda.”
Jorge Marcelo Dyszel
(18/5/78)
Era estudiante de Ciencias de la Educación, en el
instituto Joaquín V. Gonzalez y empleado
del Banco de la Provincia de Buenos Aires. Tenía 22 años cuando fue
secuestrado, el 18 de mayo de 1978, en su domicilio, Álvarez Jonte 2258, 1º B,
CABA, junto a su mujer Mirta Nélida Schwalb.
Palabras de su mamá, Beatriz Lewin, Madre de Plaza de
Mayo:
“Jorge Marcelo nació en la
Capital Federal, el 21 de septiembre de 1956, y fue el segundo hijo de padres
jóvenes trabajadores. Tuvo un solo hermano, cuatro años mayor, Eduardo
Hugo, que también cursó en el Nicolás Avellaneda entre 1965 y 1970. Cursaron la
primaria en escuela pública.
Marcelo cursó sin dificultades en el Nacional Nicolás Avellaneda entre 1969 y 1974. Era de carácter tranquilo y reflexivo e independiente; los dos últimos años los cursó en el turno vespertino, porque quiso trabajar por las tardes. Tenía compañeros y amigos en la escuela, en casa era prolijo y colaborador, y era el que tenía la palabra mesurada y armoniosa frente a cualquier situación familiar. Gustaba de la música, paseaba a su perro, los fines de semana iba al club, jugaba fútbol, era muy lector y observador del entorno social.
Marcelo cursó sin dificultades en el Nacional Nicolás Avellaneda entre 1969 y 1974. Era de carácter tranquilo y reflexivo e independiente; los dos últimos años los cursó en el turno vespertino, porque quiso trabajar por las tardes. Tenía compañeros y amigos en la escuela, en casa era prolijo y colaborador, y era el que tenía la palabra mesurada y armoniosa frente a cualquier situación familiar. Gustaba de la música, paseaba a su perro, los fines de semana iba al club, jugaba fútbol, era muy lector y observador del entorno social.
Hasta 1974, cuando terminó su
quinto año, fueron años difíciles, con acontecimientos que presagiaban los
terribles años que sobrevendrían y que nadie imaginaba. A veces él nos contaba,
con ligereza adolescente, acerca de las tomas de la escuela, las marchas con
los compañeros, las fotos que les tomaban, presumiblemente la policía o los
servicios de inteligencia del Estado...
Desgraciadamente no advertimos la gravedad de la situación, no teníamos definición política, los padres trabajábamos, su hermano ya estaba cursando en Medicina.
Desgraciadamente no advertimos la gravedad de la situación, no teníamos definición política, los padres trabajábamos, su hermano ya estaba cursando en Medicina.
Terminado su bachillerato, en
1975 ingresa a Ciencias de la Educación, por las tardes, en el Profesorado
Joaquín V. González. En 1976 ingresa a trabajar en el Banco de la Provincia,
Casa Central. Es el año del golpe militar, que el 24 de marzo instalaría la más
sangrienta dictadura en la Argentina. Marcelo se desempeña normalmente en su
trabajo y los estudios. No hizo el servicio militar porque su clase fue
alcanzada por la excepción por el cambio de edades.
En julio de 1977 se casa con Mirta Nélida Schwalb, su novia de la adolescencia. Ella estudiaba Terapia Ocupacional en el Instituto de Rehabilitación del Lisiado. Los dos trabajaban y estudiaban. Vivian en un departamento por Paternal. Nunca faltaron a sus tareas y los sábados iban a un barrio pobre en Mataderos, donde daban ayuda escolar y actividades recreativas a los chicos.
Diez meses después, el 18 de mayo de 1978 a la madrugada, irrumpió en su departamento un "grupo de tareas", y después de varias horas, se los llevaron a los dos, encapuchados y encadenados, también a su perrito, y desvalijaron el departamento, según nos relató el encargado del edificio.
Nunca volvimos a saber nada de ellos, quiénes los secuestraron, cuáles fueron los cargos, adonde los llevaron, qué les hicieron...Nuestra desesperada búsqueda en todas las instancias en el país y en el exterior, fue infructuosa.
En julio de 1977 se casa con Mirta Nélida Schwalb, su novia de la adolescencia. Ella estudiaba Terapia Ocupacional en el Instituto de Rehabilitación del Lisiado. Los dos trabajaban y estudiaban. Vivian en un departamento por Paternal. Nunca faltaron a sus tareas y los sábados iban a un barrio pobre en Mataderos, donde daban ayuda escolar y actividades recreativas a los chicos.
Diez meses después, el 18 de mayo de 1978 a la madrugada, irrumpió en su departamento un "grupo de tareas", y después de varias horas, se los llevaron a los dos, encapuchados y encadenados, también a su perrito, y desvalijaron el departamento, según nos relató el encargado del edificio.
Nunca volvimos a saber nada de ellos, quiénes los secuestraron, cuáles fueron los cargos, adonde los llevaron, qué les hicieron...Nuestra desesperada búsqueda en todas las instancias en el país y en el exterior, fue infructuosa.
Pasaron así, a integrar la
trágica lista de los treinta mil desaparecidos. De sus cuerpos, nada sabemos,
si fueron arrojados al mar, enterrados, cremados...
Sólo nos queda
su amada MEMORIA, tenía apenas 22 años, creía que un mundo mejor era
posible, sin hambre ni opresión, en un país con paz, verdad y justicia.
Jorge Marcelo Dyszel, bendito sea
su nombre, y los de cada uno de los desparecidos de su generación, PRESENTES,
AHORA Y SIEMPRE
Con todo amor, su mamá, Beatriz
Lewin.”
Eugenio Daniel
Gallina y Mario Alfredo Gallina
(24/02/77)
Eugenio ingresó en el Colegio Nicolás
Avellaneda en 1961 y Mario, en 1968. Los dos eran estudiantes de medicina. A
Eugenio le faltaba una materia para recibirse. Tenía 26 años cuando fue
secuestrado junto a su mujer Martha Rey Pereyra, partera, en el trayecto de su
domicilio (Bulnes 44 CABA) hasta la clínica del padre de Eugenio y al sanatorio
Otamendi. Tenían 2 hijos. Mario tenía 21 años. Desapareció toda la familia,
sólo sobrevivió su hermana Susana.
Testimonio de Gerardo Gvirtz, compañero de Mario en
el Colegio.
“Yo conocí a toda la familia:
padres y hermanos. Tenía un hermano médico, el padre también era médico y una
hermana mayor que fue asesinada antes que el resto de la familia. La familia
vivía en la Avenida Juan B Justo a dos cuadras de la Avenida Corrientes. La
casa fue tomada y ahí desaparece toda la familia, incluido el padre, un hombre
ya mayor. Sobrevivió la hermana menor, que estaba casada con un uruguayo y se
encontraban en Uruguay....gracias a ese viaje sobrevivieron.
La hermana mayor, Silvia creo que
se llamaba, era Licenciada en Filosofía, docente de la Facultad de Filosofía y
Letras y militante. Ernesto Sábato la cita en un libro con un seudónimo.
Fue una historia terrible, que
nos marcó a todos los amigos de Mario...ya que los amigos de Mario íbamos a su
casa...donde se vivía un clima muy interesante y se respiraba cultura, política
y calidez.”
Mauricio Borghi
(26/09/1974)
Era periodista de Editorial Perfil, Siete Días y Weekend.
Tenía 21 años cuando fue asesinado en Martínez, provincia de Buenos Aires. Era
soltero.
Cristian Coppola
(21/07/1977)
Vivía en Colegiales, en la calle Cabildo al 100. Tenía 19
años cuando fue secuestrado en Capital Federal. Era de nacionalidad
argentino-española. Lo apodaban “flojo” o “miguel”
Horacio Aníbal Elbert
(08/12/1977)
Nació en el barrio de La Paternal. Militaba en Vanguardia
Comunista y trabajaba como empleado. Además de concurrir al Nicolás Avellaneda,
también estudió en el Colegio Mitre. Estudiaba psicología en la Universidad de
Buenos Aires. Estaba casado. Vivía en un atelier ubicado en Magallanes 889, La
Boca, presumiblemente propiedad de Remo Berardo, un artista también
desaparecido. Sus compañeros lo llamaban “el pelado Horacio”. El secuestro de
dos de sus primos lo acercó a la causa de las Madres y a las reuniones que
realizaban los familiares de desaparecidos en la Iglesia Santa Cruz. Tenía 28
años cuando fue secuestrado en el bar “Comet”, Paseo Colón y Belgrano (CABA),
el 8 de diciembre de 1977. Fue visto en la ESMA.
Uki Goñi. Las visitas desaparecidas Página 12. 05/09/2005:
“Elbert
también tenía algo de cartoon. Con sus grandes anteojos parecía Mister Magoo.
Ahora sé, entonces no, que eran del PCML, el Partido Comunista Marxista
Leninista. Supongo que a Astiz se le hacía agua la boca ante una organización
con semejante nombre.
En este grupo, Astiz era el más enérgico proponiendo osadas campañas a favor de los derechos humanos, los impulsaba en el camino en el que luego los traicionaría. Su infiltración fue larga, desde abril hasta diciembre de 1977. Creía que iba a encontrar un cerebro montonero tras el grupo, o al menos una financiación montonera. Cuando se le hizo evidente que esto no existía, tuvo que secuestrarlos porque algunos del grupo habían empezado a sospechar de él. Entre ellos, Léonie Duquet, que no participó más que en una o dos reuniones con Astiz. Fue suficiente.”
En este grupo, Astiz era el más enérgico proponiendo osadas campañas a favor de los derechos humanos, los impulsaba en el camino en el que luego los traicionaría. Su infiltración fue larga, desde abril hasta diciembre de 1977. Creía que iba a encontrar un cerebro montonero tras el grupo, o al menos una financiación montonera. Cuando se le hizo evidente que esto no existía, tuvo que secuestrarlos porque algunos del grupo habían empezado a sospechar de él. Entre ellos, Léonie Duquet, que no participó más que en una o dos reuniones con Astiz. Fue suficiente.”
Raul Kossoy
(19/10/1975)
Era estudiante de Sociología. Militaba en Vanguardia
Comunista-Partido de la Liberación. Fue dirigente universitario en Filosofía y
Letras de la UBA y posterior dirigente político del partido en provincia de
Buenos Aires. Fue secuestrado el 19 de octubre de 1975, todavía bajo el
gobierno constitucional de Isabel Perón, a los 25 años en San Francisco Solano
(Bs. As.) y asesinado por la Triple A en San Vicente unos días después.
Compañero y amigo de Horacio Elbert en el Colegio Nicolás
Avellaneda según el testimonio Nora Elbert hermana de Horacio.
Walter Rosenfeld
(entre el 17 y el 20/10/1977)
Nació en Capital Federal en 1956. Su padre era alemán y a
partir de la persecución nazi a los judíos emigró en 1939 a Argentina. Militaba
en Montoneros, al igual que su mujer Elizabeth Patricia Marcuzzo. Ambos fueron
secuestrados en octubre de 1977 en la ciudad de Mar del Plata. Él tenía 21 años
y ella 20, y estaba embarazada. El niño nació en la ESMA y fue entregado a la
familia materna. Sebastián vive actualmente con su abuela paterna en Buenos
Aires.
Walter estuvo detenido en el centro clandestino de detención
La Cacha, donde fue brutalmente maltratado por su condición de judío.
Artículo escrito por Ernesto Ayala Dip en el diario El país “Antisemitismo en el infierno
argentino
El antisemitismo, entre otras patologías ideológicas,
inspiró a la Junta Militar argentina de 1976”:
“…Quedé atrapado en el infernal
destino de este inesperado Rosenfeld. Capturado junto a su mujer, trasladado a
un centro de detención y luego torturado hasta su muerte en la ciudad de La
Plata. En el Ministerio del Exterior de Israel, figura un archivo donde se
relata los pormenores de este caso. Y en él se hace hincapié en la especial
brutalidad ejercida sobre Walter por su condición de judío. Ser judío pesaba
mucho más que ser subversivo.”
Palabras de Roberto Baschetti: http://www.robertobaschetti.com/biografia/r/178.html
“Jorge”.
“Willy”. Nació el 21 de mayo de 1956, en Buenos Aires. Era “Balter” para su
familia. El secundario lo finalizó en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda de
Buenos Aires. Estudiaba licenciatura en Administración en la Universidad
Nacional de Mar del Plata. Trabajaba como obrero en la empresa “Molinos
Concepción Río de la Plata”, en la Avenida Luro de esa ciudad balnearia.
Militaba en el peronismo montonero. Secuestrado-desaparecido el 19 de octubre
de 1977 junto a su mujer Elisabet Marcuzzo. A ambos se los llevaron de su
domicilio marplatense, sito la calle Almirante Brown 2951, piso 9º,
departamento F. Salvajemente torturado, fue visto antes de su muerte en el CCD
“La Cacha”. Triste paradoja del destino, sus padres, David y Aída a raíz de la
persecución nazi a los judíos y buscando mejores horizontes, habían
llegado a estas tierras promisorias en 1939. Este caso fue también denunciado
en la embajada alemana en Argentina. El 16 de septiembre de 2010, aniversario
de “La Noche de los Lápices”, el vicerrector del turno tarde del colegio
secundario Nicolás Avellaneda (Profesor Enrique Vázquez), en un acto
reivindicativo, se refirió a los estudiantes secuestrados-desaparecidos que
estudiaron allí, entre los cuales estaba, Walter Rosenfeld, reivindicándolos
como militantes populares e instaló una baldosa con sus nombres. El 7 de
diciembre de 2007, en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Económicas y
Sociales de la Universidad Nacional de Mar del Plata, se inauguró un mural en
homenaje a su figura y demás personas de esa alta casa de estudios, asesinadas
por la última dictadura cívico-militar que sufrimos.
Pablo Trejo
(19/04/1977)
Era médico del Hospital Interzonal de Mar del Plata.
Militaba en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Secuestrado en la
vía pública en Mar del Plata el 19 de abril de 1977, tenía entre 38 y 39 años.
Era el cuñado de Mirta Massid, esposa de un integrante de la CNU (Concentración
Nacional Universitaria), organización de la derecha peronista dedicada a
perseguir y asesinar a militantes de izquierda, con la connivencia del Estado.
Un integrante de esta organización, que trabajaba en el mismo hospital, fue
quien “marcó” a Pablo para que fuera secuestrado.
Fragmentos de un relato en la web DESAPARECIDOS: http://www.desaparecidos.org/arg/victimas/t/trejop/
"El Tordo de Santiago del
Estero" como solían decirle, apodo que se había ganado por su doble
condición de médico y santiagueño. Había nacido el 20 de diciembre de 1938, a
las 23.30 hs., en la ciudad capital de Santiago del Estero. Militaba en el
Partido Socialista de los Trabajadores.
Trabajaba en el Hospital Regional
de Mar del Plata (hoy llamado Interzonal) y en la Clínica Colón de Av.Colón y
20 de Septiembre. Como buen santiagueño, era simpático y divertido, y en las
fiestas, tocaba la guitarra y cantaba. Pablo fue secuestrado en dos
oportunidades, la primera vez en mayo de 1976 y la última el 19/4/77.
Dice su hermana frente a la
Conadep: "Un año antes de su desaparición, al enterarse que civiles
armados lo buscaban, se presentó ante el Cnel. Alberto Barda, jefe del GADA 601
(Grupo Artillería Defensa Aérea 601), por no tener relación con grupos
subversivos. Barda no lo recibió y lo envió detenido a la Comisaria de Peralta
Ramos. Luego de ubicado, viajé a Mar del Plata, y después de tener una pequeña
entrevista con mi hermano, fui a ver a Barda, para solicitarle acelerara la
investigación sobre los antecedentes de mi hermano. Al momento de su
desaparición se encontraba separado de su esposa y vivía con Norma M.;
cuando regresaron a su domicilio, pudieron comprobar cómo había sido saqueado
el mismo, pero el portero no quiso atestiguar. El 19/4/77 se encontraban mi
hermano y mi cuñada en el departamento que les habían adjudicado en Libertad
5610 7º "3", salió para ver a un paciente en la Clínica Colón. Según
testigos-vecinos lo esperaban dos coches con civiles armados, en uno metieron a
mi hermano y uno de ellos se llevó el coche. Por un tiempo una persona, que no
sabemos quién es, por intermedio de un médico amigo nos informaba que estaba
bien y un día dijo que al volver de un franco, no encontró a mi hermano y al
parecer lo habían llevado a Bs.As. Esta persona comentó que tenía cargos
menores y creía que iba a salir pronto. Barda no me concedió, y tampoco a mi
madre, entrevista alguna. En dos oportunidades, contestó que no estaba detenido
bajo su jurisdicción."
Fragmentos de una nota escrita por Carlos Petroni,
militante del PST:
“En Mayo de 1974 la Triple A y
sus brazos ejecutores en Mar del Plata, la CNU (Concentración Nacional
Universitaria) y la Juventud Sindical Peronista (JSP) intentaron asesinarme
tres veces. […]
Nuestra organización se sumaba en
esos momentos a los blancos privilegiados de la Triple A que venía, desde junio
de 1973, atacando sin misericordia a la izquierda peronista y otras
organizaciones de izquierda, intelectuales, artistas, activistas sindicales y
defensores de los DDHH con un saldo, antes de producirse el golpe militar
genocida, de 1.500 asesinatos y 3.000 atentados registrados .
[…]
[Relata un intento de asesinato,
sufrido en la calle, en el que Carlos fue herido de bala pero pudo escapar con
vida] No recuerdo nada más hasta que desperté en una camilla, con el Dr. Pablo
Trejo Vallejo a mi lado que estaba haciéndome las primeras curaciones. Trejo
Vallejo fue secuestrado y desaparecido en abril de 1977por un grupo de civiles
armados – probablemente algunos de los mismos que habían intentado asesinarme –
y que para entonces se habían unido a los Grupos de Tareas del Coronel Barda, a
cargo de la represión ilegal en Mar del Plata durante la dictadura.
¨El Tordo de Santiago del Estero¨
cómo lo llamaban a Trejo Vallejos, me dijo que lo había llamado Robles para que
supervisara mi atención médica ya que él era también miembro del partido.
Escuché que me decía que iban a operarme y me dormí, tal vez por efectos de los
calmantes.
Desperté muchas horas después, en
la mañana del 30 de mayo, en una habitación con varios compañeros que me
cuidaban. Apenas me podía mover….”
Carlos Eduardo Arias
(11/06/1977)
Carlos Eduardo Arias González era visitador médico y
estudiante de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Tenía
27 años cuando fue secuestrado el 11 de junio de 1977 en Marcos Paz, Provincia
de Buenos Aires. Lamentablemente no se ha podido confirmar en qué centro
clandestino de detención ha estado secuestrado.
Roberto Eugenio Carri
(24/02/1977)
Roberto Carri era
profesor universitario, sociólogo y periodista. Estaba casado con Ana María
Caruso y tuvieron tres hijas Andrea, Paula y Albertina. Ambos militaban en la
organización política Montoneros y fueron secuestrados el 24 de febrero de
1977. Roberto, que tenía en ese momento 36 años, fue visto en el Centro Clandestino de Detención y Exterminio
conocido como “Sheraton” ubicado en el Partido de La Matanza que dependía del
Primer Cuerpo del Ejército a través del Grupo de Artillería de Ciudadela.
Texto escrito por Roberto
Baschetti, Militantes del peronismo
revolucionario uno por uno. www.robertobaschetti.com/biografia/c/121.html
“Nació el 8 de junio de 1940 en
la ciudad de Buenos Aires. Junto a su esposa Ana María Caruso (34 años,
profesora de Letras), fueron secuestrados de su hogar en Hurlingham, provincia
de Buenos Aires, el 24 de febrero de 1977. Fue visto con vida antes de su
desaparición definitiva en el centro clandestino de detención “Sheraton” de La
Matanza, dependiente del I° Cuerpo de Ejército. Intelectual consustanciado con
las luchas de su pueblo, “El Negro” Carri, tuvo una brillante y reconocida
trayectoria como sociólogo, investigador social, profesor universitario y
colaborador periodístico. Venía del Partido Comunista al que dejó para sumarse
al Peronismo. Junto a Arturo Lewinger, Ramón Torres Molina y Luis Mattini,
entre otros, era uno de los oyentes de las charlas que daba Silvio Frondizi
sobre marxismo y coyuntura nacional. Fue uno de los creadores y fundadores de
las “Cátedras Nacionales” que a nivel universitario recuperaron nuestra
historia nacional y popular: escondida, bastardeada y olvidada a sabiendas por
los centros intelectuales de poder que respondían a intereses oligárquicos e
imperiales. Tomo de un escrito de esa época confeccionado por él: “Es
absolutamente necesario el conocimiento de la realidad nacional, pero esa
necesidad no es un prerrequisito para la acción; por el contrario surge de la
práctica misma, forma el patrimonio colectivo del pueblo, la conciencia
nacional que producirá en la lucha el proyecto y los medios para la
construcción de la sociedad nueva (…) La ideología colonial, que ha prendido en
amplios sectores de la sociedad argentina a partir del monopolio oligárquico de
la cultura, debe ser desterrada de los mismos; y no es superando ‘las falsas
opciones’ que esto podrá lograrse, sino expresando, sin concesiones de ningún
tipo y en todos los planos, la línea nacionalista y revolucionaria del
pueblo”. Dio cátedra como profesor de
sociología en las universidades de Buenos Aires, Del Salvador y de Mar del
Plata. Cuando se produjo el Cordobazo en mayo de 1969, Carri fue uno de los
protagonistas de la asamblea estudiantil que decidió la toma de Filosofía y
Letras, la única facultad de la UBA que se solidarizó con la lucha popular en
la provincia mediterránea. Cuatro libros dejó como fruto de su esfuerzo por
entender y explicar la realidad nacional: “Sindicatos y poder en Argentina”
(1967); “Isidro Velázquez. Formas prerrevolucionarias de violencia” (1968),
“Poder imperialista y liberación nacional” (1973) y “Las luchas del peronismo
contra la dependencia” (1973). Asumió como propia la lucha de su pueblo y
militó primero en el Peronismo de Base y luego en Montoneros (responsable de la
Columna Sur) hasta su muerte. Su hija,
Albertina Carri, en el 2003 estrenó una notable película documental y atípica
titulada “Los Rubios”, centrada en el tema de los “desaparecidos”. Actualmente,
el auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA se denomina “Roberto
Eugenio Carri” como justo reconocimiento a su vida y a su obra.
Daniel Hugo
Caldevilla (11/04/1977)
Daniel Caldevilla nació en Capital Federal. Estudiaba
Medicina, Ciencias de la Educación y era ayudante de Física de la Universidad
de Buenos Aires. Militaba en la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Vivía
en Entre Ríos 1872, Parque Patricios. Tenía 26 años cuando fue secuestrado el
11 de abril de 1977 en el trayecto entre su domicilio y el Hospital Argerich.
Fue visto en el Centro Clandestino de Detención llamado “El Atlético”.
Adolfo Anastasio
Fomín (17/08/1976)
Adolfo Fomín era docente de Filosofía, Sociología y
Psicología. Fue secuestrado el 17 de agosto de 1976 en Miguel Cané y Oliden,
Parque Baroni, Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires. Lamentablemente no
se ha podido confirmar en qué centro clandestino estuvo secuestrado.
Víctor Rafael
Bruschtein Bonaparte (19/05/1977)
Militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores –
Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT- ERP). Trabajaba como empleado en una
embotelladora de lavandina. Tenía 24 años cuando fue secuestrado en su casa de Morón,
provincia de Buenos Aires, junto con su compañera, Jacinta Levy. Siete miembros
de su familia fueron desaparecidos. Su hermana Aída, y su compañero Adrian
Saidon; su hermana Irene y su marido Mario Ginzberg,
y su padre Santiago Bruschtein. Su madre, Laura Bonaparte, defensora de los
Derechos Humanos fue Madre de Plaza de Mayo (línea fundadora) y activó fuertemente para que las
desapariciones de personas sean consideradas delitos de Lesa humanidad. Dos de
sus nietos, Luce y Julián, concurrieron también al Nicolás Avellaneda.
En 2004, su hija Natalia realizó el documental “Encontrando
a Víctor” https://www.youtube.com/watch?v=gwggvsWV08A
A continuación copiamos la entrevista a Luis Bruschtein,
hermano de Víctor, sobre la vida de
Laura Bonaparte, su madre:
“La victimización
destruye”. Entrevista con Luis
Bruschtein
Este País | Emiliano Balerini
Casal | 01.01.2014 |
A seis meses del fallecimiento de
Laura Bonaparte, fundadora de Madres de Plaza de Mayo, su hijo la evoca en esta
entrevista, realizada para Este País en las instalaciones del periódico Página 12, en Buenos Aires, Argentina.
Entre otras cosas, Bruschtein recuerda cómo su madre contribuyó a que la
desaparición forzada de personas sea considerada hoy como un delito de lesa
humanidad.
En mayo de 1979, Laura Bonaparte,
fundadora de la organización argentina Madres de Plaza de Mayo, se encadenó a
las puertas de la embajada de su país en México para protestar contra la
dictadura militar encabezada por Jorge Rafael Videla, Eduardo Massera y Orlando
Agosti. El hecho no solo atrajo a la prensa nacional y a familiares de Laura;
también llamó la atención que una mujer tan delgada y espigada pudiera hacer
semejante acto burlando la seguridad del lugar.
En ese entonces, su hijo Luis
Bruschtein trabajaba como jefe de redacción de la revista del Consejo Nacional
de Ciencia y Tecnología (Conacyt), y lo llamaron por teléfono para decirle que
tenía que ir a la embajada argentina. Al preguntar la razón, pues él estaba
exiliado y tenía su pasaporte vencido, le contestaron que su madre se había
encadenado, y como el embajador no sabía qué hacer con ella, había apagado la
luz, cerrado las puertas y se había retirado del lugar.
Como esta anécdota se pueden
contar muchas más de Laura. Por ejemplo, cuando en México se puso en huelga de
hambre, junto a Rosario Ibarra de Piedra y el comité Eureka, por los
desaparecidos políticos en este país; cuando defendió a los travestis en
Argentina a mediados de los años noventa; cuando cedió parte de su casa para
que en 1995 la organización Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido
y el Silencio (H.I.J.O.S.), conformada por hijos de desaparecidos políticos,
tuviera un lugar donde reunirse. Todo esto, además de ser observadora de
Amnistía Internacional en las guerras de Centroamérica y protestar contra los
israelíes desde Líbano, por los permanentes ataques a Palestina, entre muchas
acciones más.
Aquí, las palabras de Bruschtein
sobre Laura Bonaparte.
EMILIANO BALERINI CASAL: ¿Cómo
recuerdas a tu madre?
LUIS BRUSCHTEIN: Como hijo,
naturalizaba mucho lo que ella hacía. Uno en la vida tiene una sola madre. Lo
que me pasa desde que se murió es que aprecio sus actos con un valor real, ya
no con la mirada del hijo, sino con la de la persona que soy. He dimensionado
más cómo fue su historia de vida, una vida de lucha que tiene una coherencia
casi novelesca. Los que pueden parecer hechos aislados en su historia terminan
estando ordenados de forma consistente.
Laura nació en la ciudad de
Concordia, junto al río Uruguay, pero pasó su niñez y juventud en Paraná, al
lado del río que lleva el mismo nombre. Cuando nació, su padre, Luis Bonaparte,
era una figura importante en la comunidad: presidente de la Corte Suprema de la
provincia de Entre Ríos y militante del Partido Socialista, que para esa época
era de avanzada.
La historia familiar de mi madre
es muy argentina: su tatarabuelo materno, Enrique Martínez, se vino de Uruguay
a Buenos Aires, con el hermano de Juan José Artigas —militar y estadista
uruguayo—, cuando tenía 16 años, para defender a Argentina de las invasiones
inglesas, hasta que pasó al ejército de Los Andes del general José de San
Martín.
Por el lado de su padre, es
decir, los Bonaparte, su tatarabuelo fue un ingeniero que hacía pozos de agua,
además de ser oficial de un ejército montonero en Entre Ríos que se opuso a la
guerra contra Paraguay, cuando se cometió el genocidio del pueblo paraguayo por
parte de los Gobiernos de Argentina, Brasil y Uruguay entre 1864 y 1870.
Mi madre nunca me contó esta
historia. Me enteré de ella cuando volví del exilio y visité a una tía que era
una monja de reclusión que después se hizo judía. Mamá me hablaba de su abuela,
de las guerras civiles en la época de los gauchos, pero nunca me dijo que sus
tatarabuelos habían sido tal cosa.
Su familia era bastante
reconocida. Paraná es una ciudad pequeña, linda, tranquila, que está sobre la
barranca del río. Y mi madre, de los seis hermanos que tenía, siempre fue la
más rebelde. Cuando mi abuelo, Luis Bonaparte, renunció a la Corte Suprema de
Entre Ríos, por un tema político, ella se puso a trabajar como vendedora de una
tienda, y participó en una lucha llamada “Por la silla”, que no era otra cosa
que darle a los vendedores una silla para sentarse un rato y poder descansar.
Durante mucho tiempo fue ama de
casa normal, no participó en nada. Se casó, se vino a vivir a Buenos Aires, y
cuando mis hermanos y yo ya éramos un poco más grandes empezó a estudiar
psicología. En esa época, esta era una carrera de avanzada. Estudiar la sacó de
la vida hogareña que llevaba hasta ese momento e hizo que se diera cuenta de
muchas cosas.
La verdad que se mataba porque
tenía cuatro hijos que atender. Al recibirse de psicóloga entró a trabajar al
Hospital de Lanús, en la Provincia de Buenos Aires, un lugar de vanguardia en
lo que se refiere a salud mental, dirigido en ese entonces por Mauricio
Wondelberg.
El lugar tenía una mirada social
respecto a la salud mental. Hacían trabajo comunitario en una zona popular
donde todavía hoy hay villas “miserias” —barrios marginales. Para ella, lo más
importante en su vida, lo que hizo por decisión profesional, personal y
política fue trabajar en el Hospital de Lanús. Ahí fue psicóloga más de 10
años. Fue la primera psicóloga de sala en el servicio de Mauricio Wondelberg, y
trabajó mucho con curas del tercer mundo y promotores de salud de las villas.
Fundar Madres de Plaza de Mayo fue circunstancial. Se debió a las pérdidas de
sus hijos Aída, Irene y Víctor; de su marido Santiago, así como de sus yernos
Adrián Saidón, esposo de Aída; Mario Ginzberg, de Irene, y Jacinta Levi, de
Víctor.
Esa fue la historia de los
setenta. Ella trabajaba mucho en el tema hospitalario, social, de salud pública
y mental. Todo cambió cuando a finales de 1975 mataron a mi hermana Aída: el 23
de diciembre de ese año, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) organizó
un asalto al regimiento de Monte Chingolo, Buenos Aires, y mi hermana participó
en él. Al día siguiente la capturaron y masacraron. Como el Gobierno no quería
publicar la lista de los muertos de ese ataque, mi madre presionó mucho, pero
nunca le entregaron el cuerpo. Le mostraron un pulgar que tenían en formol y le
dijeron que sus restos podían estar en una fosa común.
En ese momento la represión en
Argentina era muy dura. Eran los días previos al golpe militar del 24 de marzo
de 1976. Mis hermanos, Irene y Víctor, estaban clandestinos y quedaron con
pedido de captura porque la policía descubrió una imprenta del ERP. Yo me
exilié. Trabajaba para la agencia de noticias Prensa Latina y tenía bastantes
manchas en el currículum. Estaba legal, pero muy quemado por el trabajo que
hacía.
Salí de Argentina con la idea de
que cuando bajara un poco la represión volvería. Mi papá, Santiago, me había
dado un dinero, que le tuve que mandar a mi madre cuando mataron a mi hermana.
Poco tiempo después la policía puso una bomba en la planta baja del edificio
donde mis padres vivían. Entonces mamá se exilió en México.
-¿Por qué tu papá no se exilió?
-Porque mi papá no hacía nada. No
tenía militancia. Era el único de la familia que veía que se venía una mano muy
dura, pero al mismo tiempo creía que no iba a ser con él, porque no participaba
en nada. A esas alturas mis padres estaban separados. A partir de que ella
empezó a tener trabajo, cambiaron muchas cosas en casa y se dio un proceso de
separación en la pareja.
-¿Qué hizo tu madre en México?
-Se relacionó con Amnistía
Internacional. Tuvo una gran interacción con los movimientos feministas, aunque
ya venía participando en ellos; había estado en diversas reuniones
internacionales, incluso recién llegada al país participó en un congreso en la
materia. Asimismo, empezó a colaborar con la revista Femme.
-¿Fue en México cuando Amnistía
Internacional le propuso ir como observadora a la guerra de El Salvador?
-Sí. Hay dos cosas que recuerdo
claramente. La primera es que entre 1978 y 1979 ella empezó a escribir cartas a
la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para que se declarara delito de
lesa humanidad la desaparición forzada de personas. Fue una de las primeras
personas que ejerció presión sobre la ONU y la Organización de Estados
Americanos (OEA), apoyada por el caso familiar, pues para ese entonces ya
estaban desaparecidos mis hermanos Irene y Víctor, así como mi padre, Santiago,
y mis cuñados. Ella se dio cuenta de que la única forma de que fueran juzgadas
esas violaciones a los derechos humanos era que los delitos no prescribieran, y
para eso había que declararlos delitos de lesa humanidad. Esto es importante
porque nos da una idea de la forma que ella tenía de razonar.
Lo otro es que fue observadora de
Amnistía Internacional en El Salvador, en la época de la guerra. Visitó campos
de refugiados. No recuerdo todas las anécdotas que me contaba, pero alguna vez
me dijo que en El Salvador tuvo mucho miedo, porque en uno de sus viajes estuvo
en un campo de refugiados de una zona rural, donde había muchos niños, y una
tarde apareció un helicóptero armado que empezó a seguir a la gente del lugar,
y pudo ver y sentir el miedo que eso provocó. También estuvo en los campos de
refugiados que había en la frontera entre México y Guatemala para ayudar a la
gente que huía de la guerra en el país centroamericano.
-¿Qué significa que, a pesar de
la historia familiar que tuvo su madre, no se haya victimizado nunca?
-Su legado nos deja dos cosas: la
primera es la no victimización; la segunda es la claridad absoluta de no
convertirse en lo que ellos (los militares) ven de sus enemigos. Por eso, la
lucha por los derechos humanos, de víctimas de violaciones a los derechos
humanos, es en defensa de esos derechos y no para pedir la venganza contra los
responsables.
La victimización conlleva un
proceso de destrucción. La única posibilidad de vida está siempre, aun cuando
uno esté mal, en hacer algo por el otro, porque eso es lo que te rescata como
ser humano y lo que te aleja de un ensimismamiento que te encierra. Por
ejemplo: las Madres de Plaza de Mayo, aquí en Argentina, durante mucho tiempo
no solo no fueron contenidas, sino que se las rechazó porque daban miedo. Eran
mujeres que habían perdido a sus hijos de la peor manera y que, cuando iban a
reclamar por ellos, ni institucional ni socialmente encontraban respaldo ni
contención de ningún tipo. Estaban en la soledad más absoluta y en el drama más
terrible. A pesar de esto, pudieron encontrar la forma de hacer algo por los
demás, por la sociedad, por el otro. Fue la única forma que encontraron de
sobrevivir. Ellas suelen decir: “Sí, a pesar de que estamos tan mal, tan hechas
mierda, nosotras pudimos generar esto…”.
Laura nunca planteó una
reivindicación de venganza. Las dos reivindicaciones históricas del movimiento
de derechos humanos en Argentina son: aparición con vida, cuando estaba la
dictadura militar, y justicia y castigo, en la democracia.
Ella viajó mucho para denunciar
la situación en Argentina. Cuando estuvo en México, por ejemplo, se relacionó
con Rosario Ibarra de Piedra, dirigente del Comité Eureka, y a pesar de que en
la Constitución existía el artículo 33, referente al no involucramiento de los
extranjeros en la vida política nacional, mi madre, siempre que pudo, apoyó a
Rosario.
Otro ejemplo de cómo ella se daba
cuenta del nudo de cada problema puede ser el siguiente: en 1983, después de la
guerra de las Malvinas, se empezaron a encontrar cuerpos no clasificados en
fosas comunes. Entonces, mi madre volvió a la Argentina y denunció dónde estaba
el cuerpo de mi hermana Aída, capturada por participar en el intento de toma
del regimiento Monte Chingolo en diciembre de 1975. Las autoridades llevaron un
tractor y empezaron a trabajar en un cementerio. Casualmente, ahí se
encontraban un fotógrafo y un reportero de la revista Life, quienes, impresionados ante lo que estaban viendo, le dijeron
a mamá que querían ayudarla y le preguntaron qué podían hacer; ella les respondió:
“Necesitamos que traigan a alguien que sepa de restos humanos”.
Los periodistas de Life se fueron y tiempo después la
revista pagó el primer viaje que hizo a la Argentina Clyde Snow, el único
antropólogo forense que había en ese momento en el planeta y que trabajaba para
el FBI. Esto generó toda una discusión porque hubo personas que sostuvieron que
si los familiares identificaban a los desaparecidos, no se involucrarían más en
el movimiento de derechos humanos; en cambio, mi mamá creía que todos teníamos
derecho a hacer un duelo.
Cuando Snow llegó a Argentina,
empezó a colaborar a su alrededor un grupo de estudiantes de medicina y
antropología a los que interesaba el trabajo que haría este hombre. Ese grupo
actualmente es el Equipo Argentino de Antropología Forense que ha trabajado por
el mundo identificando los restos de los desaparecidos que se encuentran en
fosas comunes.
Laura Bonaparte no solo luchó por
los desaparecidos…Incorporó muchos temas a su lucha: los que tenían que ver con
el género, el derecho a abortar, los derechos de las mujeres. Cuando se
empezaron a hacer los congresos de mujeres, la que insistió, dentro de Madres
de Plaza de Mayo, que tenían que acudir a esos actos fue ella. También apoyó a
los travestis, en la época en que estos eran un sector muy marginado y
vulnerable porque no tenían la protección de nadie. Cuando los travestis
empezaron a agruparse, se dio una discusión dentro de Madres de Plaza de Mayo
sobre la forma de apoyar su lucha. Ahora ese tema está muy incorporado en la
sociedad, con las leyes de matrimonios homosexuales, pero hace 15 años, para
nada. Ni siquiera los organismos de derechos humanos lo tenían muy claro.
-¿Fue una mujer adelantada a su
época?
-Adelantada en el sentido de que
fue una mujer brillante y aguda para encontrar el corazón de cada problema y la
importancia que podía tener. En el homenaje que le hicieron en la Biblioteca
Nacional de Buenos Aires estaba Loana, la primera organizadora de los grupos de
travestis en Argentina, y contó cómo alguna vez habían ido a los tribunales de
la ciudad para encadenarse y hacer una huelga de hambre. Momentos después la
policía empezó a reprimir la protesta y tuvieron que irse corriendo. Laura era
la única que estaba en medio de los travestis, todas eran más grandotas y, por
lo tanto, la cuidaban para que no le pasara nada.
Pudo haber escrito mucho más. Ella
siempre escribía cuando la invitaban a congresos, y yo solía decirle: “Mamá,
vos tenés que agarrar el tema de este artículo y desarrollarlo en un libro,
porque sos la única que está hablando de esto”. Generalmente desarrollaba
textos sobre el significado que tiene ser madre de un desaparecido y la
psicología que envuelve el hecho, pero no lo hizo.
Cuando conoció a Julio Cortázar,
este les dedicó un cuento con la historia familiar que se llama “Recortes del
periódico”, y que se publicó en el libro Queremos
tanto a Glenda. Cortázar fue muy respetuoso con mamá. Él era muy amigo de
otro escritor llamado Humberto Cacho Constantini; cuando terminó el cuento se
lo mandó a Cacho para que este a su vez me lo diera mí y yo a mi madre.
-¿Como madre fue estricta?
-Qué sé yo. Con mis hermanos
éramos muy quilomberos (desmadrosos) y la volvíamos loca. Destrozábamos la
casa, le hacíamos picardías todo el tiempo y ella en esa época nos revoleaba el
zapato. También le ponía mucho atractivo a las cosas. Por ejemplo, alguna vez
se quiso ir de vacaciones en tienda de campaña, y eso no se hacía, ni siquiera
era una cosa de hippies porque aún no llegaban los hippies, era más bien de
aventureros, y mi papá era un tipo tranquilo, pero ella lo molestó tanto que se
compraron la carpa y nos fuimos de campamento a diferentes lugares en la costa.
Otras dos cosas que siempre nos
exigió a los cuatro hermanos era que aprendiéramos a nadar y a tocar un
instrumento. Esta última me da risa, porque algunas personas dicen que mis
hermanos y yo éramos buenos músicos, pero la verdad es que yo no quería ir al
conservatorio, aunque me gustaba más o menos la guitarra; Aída toleraba el
piano; a Irene sí le gustaba tocar el arpa de concierto; pero el que sí
detestaba rabiosamente tocar un instrumento era Víctor, a quien le pedían que
ensayara con un violonchelo: todos los perros de las calles que estaban
alrededor de casa se morían por el ruido que les sacaba de ese aparato.
Casualmente, años después, Víctor fue el único que trató de hacer un grupo de
rock.
El problema que tenía mamá es que
había una parte de la política que no terminaba de captar. Ella creía que si
uno va haciendo cosas, estas se van sumando y generando un reconocimiento, y en
realidad eso no pasa; aparte de hacer ciertas cosas, tienes que tener la
paciencia política para convencer y atraer a la gente que piensa diferente.
Ella era muy frontal cuando descubría una problemática. No entendía por qué una
posible solución no funcionaba, una vez programada.
-¿Lo mismo le pasaba con las relaciones
personales?
-No. En las relaciones personales
hubo gente que la quiso mucho y otra que no. Tuvo grandes amistades. Relaciones
fuertes.
-Si tuvieras una sola frase para
definirla, ¿cómo lo harías?
-Ella fue una hermosa luchadora:
hermosa físicamente, internamente.